El fin del mundo

El fin del mundo
Escrito por Roberto Monteiro

Sona el teléfono.
– ¿!Sí!?
– ¿Quién habla?
– ¿Cómo que quien habla?! ¿Quién es?

– ¿Podría identificarse, señor?
– ¿Chela?
– ¡No! Es Escarlé Jonson. Oiga, si Ud. no se identifica, le voy a colgar.
– No es Escarlé Jonson, ¡animal! Es [Skarlet Djohansen].
– Hummm… Me gusta como lo decís, ¿eh? Repetilo despacito, sí-la-ba por sí-la-ba… Con esta voz, me imagino que sos por lo menos reguapo, dulce y simpático.
– ¡Sí! ¡Sí! Soy chaparro, pesado física y emocionalmente, tan guapo como esos marcianitos horribles de las películas.
– ¡Qué lindo! Con esta voz, su aparato bucal mide unos 17,5 centímetros de largo, desde sus gruesos labios, atravesando toda la extensión de esa lengua diabólica, hasta a la garganta… Ah, esa garganta… Con tal aparato, Ud. debe tener unos 1,80m, 1,85m de pecado. ¿Sí?
– ¡Exactamente! Mi cara es una verdadera pizza, porque soy cocacolero, me escarbo la nariz, me como los mocos y el mundo se va a acabar.
– No seas asqueroso. ¿Por qué se va a acabar?
– Porque estamos en diciembre, y hay una profecia de que este año no vamos a tener Navidad.
– Nacho, ya te expliqué que el mundo ya se acabó. No se va a acabar. Ya se acabó. Todo tiene que morirse para seguir renaciendo. El mundo de Zorro y otros héroes es historia. ¿Ves cómo cambiaron los personajes como Batman? Las predicciones siguen realizándose como se previeron. El Hermano Mayor existe desde los años ochenta o tal vez antes. Nosotros simplemente no nos damos cuenta y seguimos con nuestras vidas. No te das cuenta de lo que pueden esas computadoras en las oficinas secretas de cualquier país con tecnología avanzada. Es inimaginable el poder que tienen hace años. Hay que aprender a vivir con esos Hermanos Mayores, con el Nuevo Mundo que reemplaza al anterior y cosas por el estilo.
– Hablás de otro mundo, Chela. Yo hablo del mundo físico, volcanes, labaredas, infierno…
– Me dá igual, si estás conmigo.
– ¡Qué mignone sos! ¿Dónde querés ir para mirar ese fin del mundo? De mi apartamento se ve el puente y tengo también una linda vista del oriente, que es de dónde va a salir el sol para quemarnos a todos.
– Me parece romántico. ¿A qué hora encieden esa hoguera?
– En unas tres semanas, el veintiuno, a las 7 o a las 7:30 de la mañana aquí en Barcelona. En otros lugares, no estoy seguro.
– Que bueno. Así es fácil organizarnos y pasar una linda noche juntitos, antes de que se acabe el mundo.
– Sí. Me gustaría pasarlo todo junto contigo. Por eso conozco esos detalles. ¿Dónde estás ahora?
– En mi apartamento.
– ¿Sola?
– ¡Qué pregunta!, reacciona Chela tapándole dulcemente la boca a su amante a su lado, en la cama, para asegurarse de que no se le escape ningún ruido.
– ¿Todavía ves al profesor, ése con quien salías?
– Sí. A veces almorzamos juntos, porque coincidimos en el horario de almuerzo, y vamos a la misma cafetería.
– Me parece que está demasiado interesado en vos. No me gusta, ¿sabés?
– Tranquilo, cariño. Tiene unos 50 años casi, el doble de mi edad.
– Sí, pero esos viejitos, no les tengo mucha confianza. Quedate lejos de ellos, ¡eh! Que se quemen primero, cuando empiece el fin del mundo.
– No me preocuparía con él. Es gordito y lleva lentes de fondo de botella.
El profesor, que seguía la conversa mientras masajeaba los pies y piernas de Chela, quedose a mirarla, sorprendido. Notándole la sorpresa, Chela le sonrió, se besó cariñosamente los dedos para en seguida tocarle al profesor en los labios, con los mismos dedos que acababa de besar. Él le sonrió, entendió lo que pasaba y siguió acariciándola, masajeándole los pies. Chela adoraba esos masajes, porque la excitaban dulcemente haciéndole sentir que su cuerpo crecía, bailaba suavemente en la cama, y cuanto más duraba, más le complacía hacer el amor con el profesor. Ya pasaba de medianoche, pero a ella no le importaba, porque mientras estaba en el teléfono, su amante seguiría masajeándola, sin fallar en un sólo toque, tanto era que conocía su cuerpo. Las manos de su amante la relajaban, la divertían, poniéndola en un humor y placer que le inundaban todo el cuerpo haciéndolo crecer cada vez más húmedo, abierto, en anticipación a lo que estaba por venir. Sabía que así que colgase el teléfono, su amante la invadiría con toda su aquiescencia, la devoraría como le gustaba dejarse devorar. Por eso se quedaba, desnuda en la cama, hablándole a su novio hasta que se sintiese a punto de desvanecerse.
– Cariño… díjole a su novio, mientras el masaje seguía invadiéndola, a punto de ya no poder disfrazarlo: tenés que trabajar pronto, ¿no?
– Sí. Acá ya estamos casi a las ocho de la mañana. A las nueve tengo que estar en la oficina. Mejor que me marche. Te amo, mi amor. ¡Ciao! ¡Ciao!
– Sos un angel. Te amo. Un besote. Ciao.

About admin

I'm Brazilian, and I have been teaching Hispanic Linguistics at the University of Kansas, Lawrence, USA, since 1989. I enjoy writing prose, poetry and crônicas, in addition to my research work. I plan to place my creative works or other types of work here every once in a while. Some of my academic production are free for downloading. If interested, visit KU ScholarWorks at http://kuscholarworks.ku.edu/dspace/browse?type=author&value=Sim%C3%B5es%2C+Antonio+Roberto+Monteiro. For my detailed biography and cv, see this page: http://www2.ku.edu/~spanport/people/faculty/armsimoes.shtml.
This entry was posted in Uncategorized. Bookmark the permalink.

2 Responses to El fin del mundo

  1. Gloria says:

    Incredible story there. What occurred after? Goood luck!

    • admin says:

      Hello, Gloria.

      I have to revisit the story to find out, i.e. get inspired and write a sequel. I’ll think about it. Thanks for your comment and I am sorry it took me so long to reply.

      Best,

      RM

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.