Los Inválidos, París, Francia

Los Inválidos, París, Francia
Escrito por Roberto Monteiro

Qui assiste au crime, assiste le crime. Victor Hugo

“Si quien asiste al crimen, coopera con el crimen y también lo aprueba y estimula; imagínense el papel de quienes provocan al crimen, a la guerra, para sus ganancias personales”. En esos pensamientos se iba perdiendo el Dr. Eltee por las calles parisinas, en una noche del 31 de diciembre de un año reciente. Le despertaba la curiosidad ver que la famosa Torre Eiffel ahora encendía sus luces sólo por unos diez o quinze minutos, a cada hora. Le explicaron que era una forma de contribuir, dar el ejemplo del cuidado que todos tenemos que tener con el uso de energía. “Justo la ciudad de las luces”, reflexionaba buscando entender. Acostumbrado a no creer en mucho de lo que oía, se arriesgaba en imaginar que tal vez París también se había redoblado, a su manera, a la crisis mundial, permitiendo que su propio brillo pasara a ser controlado.

Estamos en tiempos de ahorro, de gastar menos con luces. El Dr. Eltee acababa de regresar de Afganistán, donde había estado en los últimos seis meses, sirviendo en las fuerzas armadas de EE.UU., como médico. Allí vivió lo que todavía no estaba preparado para vivir y que le marcaría por siempre. De todas formas, concluyó su contracto, estaba vivo y con todas las partes del cuerpo. Podría, con suerte, volver a ser lo que era.

Al salir de Afganistán, se fue directamente a EE.UU. para pasar Navidad con su familia. En seguida decidió salir sólo, de vacaciones, sin rumbo cierto, en un intento de borrar lo que había vivido esos meses en la guerra, reencontrarse o aprender a vivir como la nueva persona en que se había transformado. Le preocupaba muchísimo la nueva persona dentro de sí. Sin rumbo cierto, decidió premiarse un viaje a París, a ver si la ciudad de las luces le ayudaría a volver a una vida normal.

Esperaba encontrar la ciudad con una llovizna fría de invierno. Sorprendentemente hacía buen tiempo en París, lo que ya le ayudaba bastante, aunque no era suficiente para olvidar los horrores de Afganistán. Como todos los que han estado en Afganistán y en guerras semejantes, necesitaba más que lindos días de invierno. Pero lo que le ofrecía París este año ya lo hacía sentirse mejor.

Curiosamente la iluminación limitada de toda la ciudad y el no saber exactamente dónde estaba le causaban una inexplicable paz y placer. Hablaba muy poco francés, aunque se interesaba y conocía mucho de la cultura francesa. En este momento, se aliviaba la presión mental que sufría, con un comportamiento que creía ser típicamente francés. De los franceses creía haber aprendido el dejarse invadir por el autoabandono, por el m’enfoutisme, es decir la falta de interés en algo, el alejarse de problemas que nos molestan o distanciarse de cosas que nos parecen ser una pérdida de tiempo resolverlas. Tal vez cualquier cultura sea igual en ese respecto, pero la expresión je m’en fou, acompañada de una bien apropiada mou que hacen los franceses, parecía ayudarle mucho. Este gesto facial de los franceses los distinguen. Cuando no quieren que les molestemos con algo, dicen Je m’ en fou!, Je m’en fiche!, o On s’en fou! Esas expresiones a veces adquieren un toque mono por así decir, apesar del desinterés que expresa, especialmente si se les agrega algo como la mou francesa, un gesto de protuberancia labial, que incluye un soplo gracioso en sincronia con la cara y todo el cuerpo. Esa reacción francesa le encantaba al Dr. Eltee, que buscaba imitarla como nativo. En inglés, hay una expresión equivalente, I couldnt care less, I dont wanna think about this, que no le parecía tener la misma fuerza expresiva y ternura de la expresión francesa. Siempre que necesario, ese m’enfoustisme total que asumía le era reconfortante en sus dilemas diarios, especialmente ahora, durante el período que atravesaba.

Había poquísima circulación en el área en que se encontraba o tal vez que no se encontraba ya que no sabía ni quería saber donde estaba en su esfuerzo en perderse física y mentalmente. Nada le importaba mucho en este momento. Había poquísima o ninguna circulación, salvo por los carros que una vez u otra pasaban y una pareja que venía en su dirección, una joven y un hombre mayor. Parecían animados, fumando y mirándolo, curiosos de verlo allí, sólo. El tipo lo miraba sin decir nada, pero la joven, en un meneo gracioso, le saludó en francés:

Salut!

Sin darse cuenta, le respondió en inglés:

Hi.

Al que el hombre le comentó a la chica:

Eh bah… un amerloque.

Así suelen comentar los franceses, cuando quieren desprecíarle a un americano. Si fuera un alemán, a lo mejor le llamara de kraut.

La joven parecía más amable y le encantó descubrir que el Dr. Eltee era americano. Su inglés tenía fuerte acento, pero se comunicaba muy bien, mucho mejor que el Dr. Eltee, cuando éste intentaba hablarle en francés.

Inmediatamente la chica empezó a bombardearle con preguntas. A ella le gustaba hablar inglés. Su compañero hablaba menos, en oraciones cortas o de una palabra, porque comunicarse en inglés le costaba mucho más esfuerzo que a la chica. Ella, a su vez, se iba infiltrando en la vida del Dr. Eltee, cada vez más curiosa, mientras que el americano, sin dejarle notar, evitaba contarle sus experiencias en la guerra y otros asuntos que no podía compartir.

Ahora eran los tres que paseaban sin importarles adónde iban. En ese paseo sin rumbo terminaron por llegar a una plaza también con escaso de luces. El Dr. Eltee les preguntó en qué lugar estaban. Le explicaron tratarse de Los Inválidos, una de las obras del Roy Soleil. Esta pregunta la alentó de tal manera que se puso de todo corazón a explicarle al americano los detalles históricos del lugar, con una u otra interrupción del amigo que parecía entender un poco de lo que conversaban e intentaba recordarle a la chica de no olvidarse de comentar algo aquí, otro allí, todo lo que marcaba los puntos históricos y culturales del lugar.

El Dr. Eltee escuchaba todo el relato con mucho interés, porque aprendía cosas que iba relacionando a las cada vez más fuertes emociones que crecían en su interior, desde que dejara a su familia en EE.UU. Algo más que lo sorprendió fue saber que el amigo de la joven era un sin techo, desempleado, lo que la joven le tradujo como homeless. Ella, por pena del sin techo, le dejaba quedarse en su estudio, las noches que visitaba París, lo que a él le encantaba porque esas visitas resultaban en oportunidades íntimas, a solas con la linda joven, lo que le placía muchísimo, llevándole a visitar París más que nunca.

El sin techo se sentía muy seguro de sí, a pesar de la situación en que se encontraba. Tal vez por celos del interés de la chica en el americano, cuando le daban una oportunidad, criticaba el mundo actual, y en particular los Estados Unidos. En sus interrupciones de la conversación entre el americano y la chica, atacaba todo el sistema mundial. Seguía hablando, siempre en oraciones cortas, lo que le forzaba a casi gritar cuando interfería. Atacaba la política externa de EE.UU., la protección y acatamiento contradictorios de Estados Unidos ante Israel, insistiendo que a cualquier momento el mundo iba a reventar, que Europa no tenía mucho tiempo de vida, que China y EE.UU. iban a unirse en una sola nación y que de esa unión lo peor aún estaba por venir. Ça va sauter! repetía en francés con cierto deleite, Ça va sauter!

Después de predecir ese apocalipsis, empezó a explicar la decadencia americana, la violencia inherente en la naturaleza del americano, un país de cowboys, que hasta la lengua lo refleja con palabras como strike, contrario a las palabras más suaves como grève en francés o huelga en español. El doctor pacientemente lo escuchaba e intentaba dialogar con el sin techo, sin dejar transparecer ninguna señal defensiva, paternalista, ni tampoco que era un inocente “acepta-todo”, es decir un sucker. Por coincidencia, el Dr. Eltee venía inundándose exactamente de esas ideas de la naturaleza americana. La experiencia en Afganistán le había invadido de tal forma, que no sabía qué le pasaba a sí mismo. Le venía creciendo un deseo de borrar violentamente todo lo que había visto y temía que la única forma de olvidarlo todo sería atacarle a los que crearon esa guerra, y en seguida a sí mismo. Por ello, no quería estar con su familia.

Suicidarse no era una salida. Había aprendido y en seguida enseñado en el ejército que nadie quiere suicidarse. La experiencia del ejército le mostró que la persona que se suicida no quiere morirse. Lo que busca es borrar de la mente algo que lo molesta, que no le deja seguir en frente. Nadie quiere suicidarse, sino olvidar alguna sobrecogedora, insoportable experiencia.

Los comentarios del sin techo debieran molestarle, pero no le molestaban, porque además de ese humor de m’enfoutisme que cultivaba, era una oportunidad de expresar sus propios pensamientos, hasta ahora reprimidos, y ver como reaccionarían los dos franceses a lo que iba a decir.

– Hay algo que me llama la atención en toda esa violencia en Estados Unidos. Esos ataques sin sentido que hacen a las escuelas, a mí me recuerdan el afloramiento de una leucemia. El surgimiento de una leucemia y el comportamiento asesino de esos tiradores, no sólo en EE.UU., sino también en cualquier parte del mundo tienen mucho más en común con una leucemia que lo que imaginamos. La falta de ocupación puede hacer de la mente un oficio del diablo. Cabeza vacía, oficina del bicho.

Los dos franceses se mostraban más interesados que nunca. Querían que siguiera hablando, que les explicara más sobre la leucemia y qué quería decir con oficio del diablo, oficina del bicho. El interés en todo lo que discutían parecía tan grande como sería el relato. Después de un rato, pararon y se sentaron.

– Nadie entiende exactamente como desarrollamos cualquier tipo de leucemia. Lo que parece caracterizarlas es su implantación a partir de una combinación de factores o “ingredientes” que aparecen al mismo tiempo en un cuerpo. No hay solamente un factor, sino varios que actúan en conjunción. No sabemos cuáles. Uno que se creía ser un factor presente en el desarrollo de leucemias, el ADN, ya lo derrumbaron, no tiene el peso que se creía tener. Recientemente, se empezó a favorecer la idea de que cualquier tipo de cáncer tiene que ver con el estilo de vivir.

La joven le explicó a su compañero lo que acababa de oír:

Cool! Cool! Dijo en inglés para mostrarle al americano que el humor del apocalipsis ya se disipaba. La joven y el el americano sonrieron. El Dr. Eltee siguió comentando:

– Eso de ponerse a pensar, pensar, sin ocupación, miradas perdidas en el infinito, sin rumbo… Cabeza vacia, oficio del demonio. Esos tiradores también parecen ser el resultado de varios factores. Al igual que el cáncer, las matanzas en EE.UU. me parecen ser resultado de varios factores. El estilo de vida puede evitar el cáncer, así como esas matanzas. El ADN tal vez tampoco tenga que ver con el cáncer y esas violencias. Critícanse los videojuegos violentos en el internet, pero esos juegos sólo actúan sobre individuos que los combinan con otros factores, tales como el acceso a las armas, el entrenamiento en el uso de armas, una alteración mental reciente, una mente desocupada, una verdadera oficina del diablo.

A Dominique y Dominique, esos eran los nombres de la chica y del hombre que la acompañaba, les gustaba todo lo que oían. Y cuando esperaban más comparaciones de ese paralelo que les tejía el Dr. Eltee, el americano se para a mirar el Hospital de los Inválidos, y cambia de tema:

– ¿Quién mantiene este hospital de los veteranos de guerra?

– Ni idea, responde Dominique.

– No sé cual es el peor tipo de violencia, si esas matanzas de que hablaba o la guerra, que por lo general es resultado de intereses personales.

– ¿Qué quieres decir con eso? Pregúntale la joven que desde cuando le encontró, le trataba informalmente sin con eso molestarle al médico americano.

– Las guerras suelen ser provocadas por algún tipo de interés personal, por algún hombre de poder, de intereses económicos, como la lucha por petróleo, lucha por acceso al agua, a la comida, y otros intereses que aseguran la independencia y seguridad. Mucha gente gana con la guerra. Los que especulan con las guerras, cuando ganan, ganan un absurdo en beneficios económicos y financieros.

– ¿Dónde quieres llegar?

– Es que hay quienes no se preocupan mucho con esas matanzas argumentando que es una parte inevitable en la evolución de la humanidad. Los que sobrevivan seguirán, los que se mueran se quedarán. Todo les parece muy simple, nada con que preocuparse ni hacer tanto ruido.

– Te entiendo, si bien que me parece un raciocinio sin sentido.

– La guerra tampoco hace sentido. Pero hay quienes digan que la guerra también es parte de nuestra evolución, que es un mal necesario, que nos hace fuertes y todas esas mier… coles que oímos defendiéndola, tales como que de ellas evuelven no sólo mejores seres humanos sino también mejores tecnologías, un mundo desarrollado y al fin de cuentas, la paz. Puede que la guerra, en algunas situaciones, sea necesaria, pero en la gran maioría de las veces no lo es.

– Exactamente, dijo la chica que aprovechó para agregar:

– Debiéramos pensar en la guerra misma, en las bombas, las estrategias, la tecnología, la sangre, la locura y todo más que caracteriza las guerras. Pero todo eso ya se hizo tan gráfico en nuestros tiempos que nos aleja de lo que hay por detrás de los escenarios de guerra, nos entretiene, nos insensibiliza.

– Bravo! Dijo el americano, seguido por otro “Bravo!” del francés que entendió ser una reacción adecuada al momento. No lo entendió todo, pero presintió que Dominique merecía un gran bravo! El americano parecía haber llegado donde quería:

– Sepan que tengo la solución para acabar con las guerras.

– Acabar con la guerra es pura utopía. Pero díganos qué solución tienes.

– Mi solución no es idealista. Es simple, práctica y eficaz. Todos los años recibo cartas con pedidos de contribuciones en dinero para las instituciones de ayuda a los veteranos de guerra. Esas guerras incitadas como partes de un inmenso partido de ajedrez o póquer, esas guerras pueden ser evitadas en la maioría de las veces. Y para evitarlas de verdad, tengo la solución. Mi solución sirve o para minimizarlas o eliminarlas cuando innecesarias. Para eso basta con que se obligue a los que se benefician de las guerras y conflictos a responsabilizarse por todos los gastos de conflictos y guerras, desde su inicio hasta su última consecuencia. En otras palabras, quienes se benefician financiera y económicamente debieran usar esos beneficios, sin valerse de operaciones mágicas, para pagar todos los gastos de hospitales y salarios de todo el ejército que participa en una guerra.

– Nosotros que pagamos impuestos en los EE.UU, por ejemplo, somos los que terminamos por pagar los enormes costes de guerras. Los intereses privados que se benefician de los “excelentes” resultados de las guerras no comparten esos beneficios, es decir no pagan los salarios ni hospitales de los soldados. Le envían la cuenta al gobierno.

A medida que relataba sus ideas y veía que la chica concordaba y su compañero no se atrevía a pedirle que le tradujera todo, el americano hablaba con más convicción dejándose notar, sin darse cuenta, una rabia hasta aquí disfrazada.

– Si los intereses privados que se benefician de esas guerras fueran obligados a asumir los gastos de las guerras, estoy seguro de que pensarían con mucho más cuidado antes de incitarnos a las guerras. Sólo tendríamos guerras si hubiera una razón inteligente para eso.

El francés se levantó contento. Aunque no hubiera entendido la mitad de lo que dijera el americano, no perdió la oportunidad:

Agree! Agree! Je vous ai bien dit: ça va sauter! Ça va sauter!!!

La chica había escuchado y entendido todo. Concordaba con el médico, pero empezaba a mostrar señales de cansancio.

– Oigan, ya pasamos de las tres de la mañana. Ya estamos en el Nuevo Año y ni nos dimos cuenta. Mejor que vayamos dormir. ¿Quieres venir con nosotros?

Sorprendido con la invitación de la chica, le fueron precisos algunos segundos para sonreír y aceptar la invitación.

Ahora con rumbo cierto, sentía haber eliminado de su interior uno de los factores que causan matanzas. Se sentía mejor ahora, con la chica y su compañero. Al llegar al estudio, la chica le propuso al Dr. Eltee que se acostara en el sofá. Por detrás del sofá había un colchón en donde los franceses irían a dormir.

El respaldo del sofá encubría a la pareja. Con la oscuridad de la noche, el Dr. Eltee no podía ver nada de lo que se pasaba entre ellos, pero podía enender que el hombre se enojaba con la chica que no quería hacer el amor con él. Así, enojado, se levantó y fue al baño. Allí pasó casi una media hora. Volvió cuando la chica ya parecía dormir. Intentó despertarla. El americano cogió algo que le parecía un “no!” categórico de la joven. Pasáronse unos veinte o treinta minutos. Dominique, furioso, recogió sus pertenencias, enrolló un cigarrillo, lo encendió y se fue.

Allí se quedaron el americano y la chica. Los dos, bastante cansados, durmieron sin dificultad.

Era el primero de enero. Los dos despertaron alrededor del mediodía. Se saludaron y parecían contentos de estar solos. El americano quería ducharse. La chica le dijo ser una buena idea y que después de él, ella también se ducharía.

El americano salió del baño sintiéndose muchísimo mejor que en la noche anterior. Ella hizo lo mismo, fue al baño ducharse. Al salir del baño, le preguntó si quería ir al café al lado, para desayunar, ya que no había mucho de comer en su estudio.

Volontiers! Díjole, haciéndole sonreír.

– Muy bien! Estoy impresionada con tu francés.

– Tengo que mejorarlo. A veces me cuesta hablarle a los franceses. Son muy exigentes y poco pacientes cuando intentamos hablarles.

– Te entiendo, porque a veces también soy impaciente, especialmente con los americanos. Ten en cuenta que en Francia, con paciencia y un poco de valentía, se puede conquistar un corazón francés.

– Vale.

– ¿Ese tu nombre es verdadero? Le preguntó Dominique. Nunca lo había oído antes, y por eso me preguntaba.

En realidad, es una invención del autor, Roberto Monteiro. Lo inventó pensando en León Tolstói. Eltee es la abreviación de León Tolstói, es decir LT, en inglés el y tee. Sabes que Tolstói era militar y que más tarde, con las duras experiencias de la guerra, se volvió en contra de las guerras, de los militares, los cuales siguen preguntándose hasta hoy por qué Tolstói cambió de esa forma.

Tiens! C’est vraiment chouette ce que tu dis. Te voy a hablar más en francés. Eso te ayudará a aprender mi lengua.

Y se fueron a desayunar.

(Escrito en Vitória y Guarapari, en diciembre del 2012 y enero del 2013)

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I'm Brazilian, and I have been teaching Hispanic Linguistics at the University of Kansas, Lawrence, USA, since 1989. I enjoy writing prose, poetry and crônicas, in addition to my research work. I plan to place my creative works or other types of work here every once in a while. Some of my academic production are free for downloading. If interested, visit KU ScholarWorks at http://kuscholarworks.ku.edu/dspace/browse?type=author&value=Sim%C3%B5es%2C+Antonio+Roberto+Monteiro. For my detailed biography and cv, see this page: http://www2.ku.edu/~spanport/people/faculty/armsimoes.shtml.
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2 Responses to Los Inválidos, París, Francia

  1. Dani Martin says:

    Bonito texto, la lectura engancha.
    Es interesante la discusión acerca de las guerras aunque no entra a fondo en la verdadera causa de las mismas que es la sobre población del planeta y las tensiones derivadas por la explotación de sus recursos.
    Pero creo que estas razones y su hipotética solución darían para otra historia.

    • admin says:

      Gracias, Dani.

      Perdone la demora en contestarle. Es que aparecen tantos comentarios sin sentido, tal vez enviados por robots para publicidad, que tardo en darme cuenta de que hay algunos interesantes como los suyos. Y tiene razon, se podria escribir otra historia que solucionase o por lo menos hacer con que paguen los que en realidad estan por detras de la innecesaria produccion de guerras. Por otro lado, algunos dirian que solo nos encontramos en la paz despues de una guerra…

      Saludos,

      RM

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